Los principios de año son retadores para todos. Me encuentro con relatos de clientas que les está pasando un poco de todo. Me cuentan que sus días parecen una auténtica yincana…
Cuando nos sentimos absorbidas por el día a día, sentimos cómo vamos de un lugar a otro sin control resultando imposible sacar un tiempo de orden y pausa para poder hacer un registro de lo que hacemos de forma consciente.
“Las acciones que hacemos en piloto automático, ensucian nuestros comportamientos y nuestra forma de comunicar”
Estos comportamientos pueden llevar la imprenta de uno o varios aspectos de nuestra personalidad que nos hace funcionar con efectividad y disciplina, o pueden ir cargados de aquellos aspectos que nos van llevando por un camino de improvisación que deja en evidencia la pérdida de claridad y foco que tenemos.
Por eso, es lógico y común que al finalizar el día tengamos una sensación de alboroto mental que para nada satisface a nuestra conciencia por mucho que hayamos hecho de “todo” en el día.
“Mucho de nada y poco de mucho”
Esto de hacer las cosas urgentes antes de hacer las importantes tiene su trampa. Si todos los días nos propusiésemos comenzar el día por aquello que es importante que nos exige más tiempo y detenimiento, podríamos comprobar que ese hacer “poco de mucho” significa que estás comprometida a cambiar la forma que tienes de funcionar y comunicar al cabo del día.
Cuando estamos sumergidas en el despiste, en las tareas urgentes y en aquello que es rápido de hacer y de quitar del medio, es porque hemos decidido funcionar desde las grandes trampas que nos meten en ese hacer “mucho de nada” que tanto nos condena a tener una comunicación con falta de estructura.
Todo comunica. Lo que hacemos y lo que no hacemos. Lo que decimos y lo que no decimos, es comunicación.
Un besote y que tengas un gran fin de semana repleto de descanso e introspección para que el lunes puedas volcarte un poco más en aquella grandeza que te hace ser la persona que eres.
